Interculturalidad y Educación
La interculturalidad es una dimensión que no se limita al campo de la educación, sino que se encuentra presente en las relaciones humanas en general como alternativa frente al autoritarismo, el dogmatismo y el etnocentrismo. Sin embargo, la búsqueda de sociedades más democráticas y plurales supone procesos educativos que afirmen y proporcionen experiencia de vivir en democracia y de respeto a la diversidad. Como educadores tenemos una responsabilidad ineludible.
La interculturalidad en la educación aparece estrechamente ligada al nuevo espíritu de equidad y calidad que inspiran las actuales propuestas educativas, superando así la visión igualitarista que predominó en el escenario social latinoamericano desde la llegada de las primeras oleadas liberales al continente. La interculturalidad en la educación supone un doble camino: hacia adentro y hacia fuera y que una de las direcciones necesarias a las que debe dirigirse un proyecto educativo intercultural, particularmente cuando se trata de pueblos que han sido objeto de opresión cultural y lingüística, (como los nuestros) es precisamente hacia las raíces de la propia cultura y de la propia visión del mundo, para estructurar o recomponer un universo coherente sobre el cual se pueda, luego, cimentar desde una mejor posición el diálogo e intercambio con elementos culturales que, si bien ajenos, son necesarios tanto para sobrevivir en el mundo de hoy cuanto para alcanzar mejores niveles de vida, usufructuando aquellos avances y desarrollos científico – tecnológicos que se considere necesario.
La educación intercultural, debe entenderse en un proceso pedagógico que involucra a varios sistemas culturales. Nace del derecho individual y colectivo de los pueblos indígenas que conlleva, no solo gozar del derecho a la educación como todos los ciudadanos/as, sino también, el derecho de mantener y cultivar sus propias tradiciones, cultura, valores, pero también de la necesidad de desarrollar competencias interculturales que permitan a cualquier ciudadano de cualquier lugar del país pertenezca este a la cultura hegemónica o no, a poder convivir democráticamente con los otros.
Una manera de pensar una propuesta de educación intercultural es abordándola desde los diferentes ámbitos de acción, sea éste hacia uno mismo y sus pertenencias (identidad), hacia el otro (convivencia), o hacia el mundo referencial (conocimiento). (Curso: Creación de espacios interculturales en contextos educativos multiculturales).
IDENTIDAD.
Es el lugar de las “pertenencias” del individuo. El objetivo en ese campo es lograr que los educandos asuman con libertad sus pertenencias y tradiciones valorándolas, y sean capaces de establecer entre ellas un vínculo fecundo e innovador.
CONVIVENCIA.
Es el ámbito de la interacción con el otro, del “vivir juntos”, de los derechos de la exigibilidad; es el ámbito en el que se construye una “ciudadanía intercultural”. El desafío de una educación intercultural en ese campo es lograr que los educandos generen una ética de la reciprocidad, en los diversos circuitos en los que interactúan.
CONOCIMIENTO.
Es el ámbito del conocimiento del mundo referencial. Hay diferentes formas de percibir el mundo, de conceptualizarlo y representarlo. El desafío de una educación intercultural en ese campo es romper la lógica de una sola fuente y forma de conocimiento.
La interculturalidad supone la búsqueda de relaciones positivas entre personas de diferentes culturas, ello supone el encuentro de un YO (nosotros) con un OTRO (los otros), para que este encuentro se lleve a cabo en el marco de relaciones positivas se ha tenido que trabajar en lo que Xavier Albo llama “los dos polos necesarios” la identidad (desde el yo) y el reconocimiento del otro (alteridad). Mi identidad se define por los compromisos e identificaciones que proporcionan el marco u horizonte dentro del cual yo intento determinar, lo que es bueno, valioso, lo que se debe hacer, lo que apruebo o a lo que me opongo. En otras palabras, es el horizonte dentro del cual puedo adoptar una postura. (Taylor, Charles). Lo que entendemos por “identidad”, se trata de “quien” somos y “de dónde venimos”, constituye el trasfondo en el que nuestros gustos y deseos, opiniones y aspiraciones, cobran sentido.
El reconocimiento de la propia identidad supone echar raíces hacia adentro. Empieza en el reconocimiento y aceptación de la propia personalidad, del “yo”, pero tiene enseguida su expansión social natural al sentirse parte de un grupo social básico de referencia, de un “nosotros” compartido entre varios. El fortalecimiento de esta identidad grupal cultural es el punto de partida indispensable para cualquier relación de interculturalidad positiva. Es particularmente necesario trabajar en esta auto identificación cultural en el caso de los miembros de las culturas subordinadas.

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